La muerte de un Titán

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“La muerte de un Titán. Anoche fueron entregados a la tierra los restos mortales del alcalde de Boca Chica y ex diputado Radhamés Castro. Nació y lloró sin ecos, un lloro solitario, mas al morir despertó un inmenso coro de llantos sentidos, de gritos de dolor, tristeza y gratitud”. (Twit).

RADHAMÉS CASTRO, EL ALCALDE MUERTO. LA DIMENSIÓN DE SU OBRA NO CABEN EN UN ATAÚD.

Por: Valentín Medrano Peña.

Las grandes aglomeraciones de personas hacían dificultoso el acceso al lugar de la ceremonia. La primera impresión desde lo alto era la de una fotografía detenida de una marcha en curso.

Los policías municipales y los nacionales hacían lo posible por organizar a las personas que bajo el inclemente sol lo hacían procurando guarecerse en las sombras dispersas y bajo las amplias carpas dispuestas para la ocasión.

Mi llegada trajo consigo los acostumbrados saludos, sinceros y calurosos, no pude evitar pensar en mi primera participación en actos públicos, pues muchos de los presentes eran figuras repetidas de cada evento, de los de alegrías y de los de tristezas.

Algunos sollozos se escuchaban cerca del féretro que yacía en el centro de una de las carpas, al rededor del cual se dispusieron hileras de sillas que eran ocupadas por connotadas figuras de la comunidad y del municipalismo.

Me abrí paso entre gratos amigos a los que iba saludando, y de repente había ya surcado una distancia de cientos de personas cuando choqué con los periodistas que estaban apostados justamente bajo el frontispicio del palacio municipal. Uno de ellos al verme me ofreció llevarme a un lugar cercano donde podría sentarme, lo que rechacé para continuar palpando de los allí presentes sus manifestaciones de dolor y aprecio hacia el caído.

Me dirigí a presentar mis respetos y condolencia a la viuda, que distaba tan sólo unos pasos del lugar ocupado por los periodistas y próximo al féretro. Su consternación era evidente, algo normal, su compañero de vida de más de treinta años había partido para siempre. Hice provecho para dar condolencias al resto de los familiares allí dispuestos, y sin darme cuanta seguí saludando a decenas de personas allí apostadas ordenadamente.

Oí mi nombre pronunciarse en los parlantes y fue cuando vi que a menos de cinco pies habían dispuesto de un podio desde donde un maestro de ceremonias ordenaba los acontecimientos de los actos luctuosos. Me conminaban a hacer una guardia de honor ante el féretro que contenía los restos mortales del alcalde de Boca Chica. En ambos lados del ataúd se dispusieron cientos de sillas bajo unas cinco carpas gigantescas. Al ocupar mi lugar en la guardia de honor involuntariamente vi a ambos extremos y fue cuando me sorprendí de la enorme cantidad de asistentes. Se contaban por miles los presentes y por cientos los llorosos.

El acto incluyó palabras de encomios de parte de sus seguidores, familiares y amigos que se sucedieron en la toma de las mismas frente al podio. Johnny Jones presidente de la Liga Municipal, Fiquito Vásquez, diputado compañero de curul del finado, Nieves Zorrilla, presidenta de la Sala Capitular, hicieron uso de la palabra, la última de las cuales habló en un solo griterío, pues el dolor no le permitió serenidad. -“Igual que Martin Luther King, nuestro Radhamés Castro, nacido en condiciones muy humildes, también tuvo un sueño, el de transformar a Boca Chica”-, se le oyó decir entre llantos.

El acto culminó con una misa de cuerpo presente que fue presentada por un maestro de ceremonias que se dejó vencer por la emotividad y culminó llorando copiosamente.

Los vehículos fueron ocupados rápidamente y se dispuso el inicio del cotejo fúnebre hacia el cementerio distante a unos cinco kilómetros del lugar. Una fila interminable de vehículos de todo tipo. Mucha gente, mucha gente, definitivamente mucha gente, tantas que ya el carro fúnebre había penetrado al cementerio y se disponía de la celebración de la ceremonia previa al entierro y aún otros esperaban por salir del lugar inicial.

Llegamos con mucho retardo al cementerio, me informaron de que varios acontecimientos se habían sucedido, y al final pudimos alcanzar escuchar las palabras del señor José Morales (Moro), su amigo por más de 50 años. Fue triste escucharlo hablar de sus vivencias y de la lealtad que le manifestara al hombre al que se disponían enterrar.

Ahí, inerte, dentro de un ataúd, estaban los restos mortales de Radhamés Castro, un hombre de pueblo, humilde, que de niño limpiaba botas en las calles polvorientas de Andrés, Boca Chica, que se hizo obrero del Ingenio Boca Chica y dirigente sindical, que fue cuatro veces electo diputado, que promovió la creación de la Provincia Santo Domingo, la más populosa del país, y del Municipio del que luego llegaría a ser su Alcalde. Afortunadamente ahí, en el ataúd, sólo estaban sus restos mortales, pues de contener su su positiva obra haría imposible cargar con tan enrome peso.

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