Editorial: Santo Domingo Este parece sumido en un velorio justo después de elegir un «nuevo» alcalde.

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La tristeza que actualmente embarga a Santo Domingo Este tiene sus raíces en eventos que precedieron a la elección municipal. Desde el día de las primarias del PRM, donde señales evidentes de fraude electoral empañaron el proceso, hasta la elección del candidato en la Fuerza del Pueblo y la notoria desmovilización del PLD, la ciudad ha experimentado una sucesión de eventos desalentadores.

La falta de transparencia y la percepción de irregularidades han minado la confianza en el sistema electoral, generando una desilusión palpable entre los ciudadanos. La escogencia de candidatos en diversos partidos también ha contribuido a la desmovilización y a una sensación generalizada de desencanto.

A pesar de los considerables recursos invertidos en la campaña, el nuevo alcalde y su equipo político dejaron tras de sí una ciudad llena de postes ensuciados con sus caras, ofrecimientos de dudosa ética y segmentos de asfalto mal ejecutados para aparentar ocupación y preocupación. En lugar de despertar alegría y esperanza, han sembrado apatía y, posiblemente, desprecio.

En lugar de un proceso que debería celebrarse como un ejercicio democrático vital, la elección municipal ha dejado a la ciudad dividida y desconfiada. Para que Santo Domingo Este recupere la esperanza y la alegría, será esencial abordar estos problemas subyacentes y trabajar hacia un futuro donde la integridad electoral y un liderazgo efectivo sean los pilares fundamentales de la administración municipal.

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