
La Alcaldía de Santo Domingo Este, bajo la gestión del alcalde Dío Astacio, enfrenta un cuestionamiento que resuena con fuerza: ¿por qué un puntaje de 0 en transparencia según el Sistema de Monitoreo de la Administración Pública Municipal (SISMAP)? Este indicador, que evalúa el cumplimiento de normativas como la Ley 200-04 de Libre Acceso a la Información Pública, refleja una opacidad alarmante en la gestión municipal. ¿Es esto un descuido administrativo, una falta de capacidad técnica, o algo más deliberado? La ausencia de información clara sobre el uso de los recursos públicos levanta sospechas sobre posibles irregularidades. En un municipio con más de un millón de habitantes, donde los impuestos ciudadanos sostienen la administración, un 0 en transparencia no es solo un número: es una señal de alerta que exige respuestas.
Lo más desconcertante es la aparente indiferencia de los actores clave. El gobierno central, encabezado por el presidente Luis Abinader, no ha emitido pronunciamientos contundentes ni ha anunciado medidas para abordar esta crisis de transparencia. Los regidores, responsables de fiscalizar la gestión municipal, parecen mantenerse al margen, sin exigir rendiciones de cuentas públicas ni presionar por mejoras en los índices de SISMAP. Los diputados de la provincia, que deberían abogar por los intereses de sus electores, tampoco han elevado la voz. Esta inacción colectiva plantea una pregunta inquietante: ¿existe un pacto implícito de silencio o una desidia generalizada? La falta de reacción no hace más que alimentar la desconfianza ciudadana en las instituciones.
Quizá lo más preocupante es el silencio de los propios ciudadanos de Santo Domingo Este. En un municipio vibrante, donde la participación comunitaria ha sido históricamente activa, la ausencia de protestas, movilizaciones o demandas colectivas resulta inexplicable. ¿Es apatía, desconocimiento o resignación? La ciudadanía, que enfrenta problemas cotidianos como baches, acumulación de basura y deterioro de infraestructura, no parece conectar estos males con la opacidad administrativa. La falta de acceso a información sobre cómo se gastan sus impuestos limita su capacidad de exigir cuentas. Este letargo colectivo podría estar permitiendo que la opacidad se perpetúe sin resistencia, consolidando un sistema donde la rendición de cuentas es la excepción y no la norma.
Entonces, ¿qué pasa en Santo Domingo Este? La combinación de un 0 en transparencia, la inacción de las autoridades y la pasividad ciudadana dibuja un panorama inquietante. ¿Se oculta algo detrás de esta opacidad? ¿Es la falta de datos una estrategia para evitar el escrutinio sobre posibles manejos indebidos? Sin presión ciudadana ni intervención de las instituciones, el riesgo de que esta situación se normalice es alto. Es hora de que los munícipes despierten, los regidores actúen, los diputados investiguen y el gobierno intervenga. Santo Domingo Este merece una gestión transparente que responda a sus necesidades y no a intereses ocultos. La pregunta no es solo qué se esconde detrás del 0, sino cuánto tiempo más se permitirá que la oscuridad prevalezca.

