
Se ha comentado que el alcalde Dioris Anselmo Astacio ejerce presión contra la prensa, incluso con llamadas personales para que «le bajen» el tono a las críticas. Algunos podrían interpretarlo como un ataque personal, pero no lo es. Las críticas a figuras públicas deben centrarse en su desempeño institucional, no en aspectos personales.
Nadie, y yo menos, aceptaría mezclar temas personales en el escrutinio público. Aunque, en tono ligero, se pueda mencionar algo como su cabello «demasiado negro» o su afán por aparecer impecable en videos, esto no debe ser el foco. La imagen de su libro en una portada o los rumores sobre su comportamiento no deben alimentar especulaciones sobre posibles «trastornos psicológicos» ni romper los límites de lo profesional.
Las críticas a figuras públicas nunca deben derivar en cuestionamientos personales. Tanto en lo personal como en nuestros escritos, nos hemos ajustado a evaluar lo estrictamente institucional. Si Dioris Anselmo Astacio, como alcalde, llega tarde a un evento, no importa si fue por una manicura; lo relevante es que llegó tarde, y eso es lo que debe analizarse.
Todo funcionario público —sea alcalde, senador, diputado, regidor o presidente— que no esté dispuesto a recibir críticas, no debería asumir cargos de responsabilidad, ya sea por elección o por decreto. La prensa tiene el deber de ser veedora de los procesos y del manejo de los fondos públicos. Por eso, cuando los medios o comunicadores comienzan a señalar que tal funcionario es «amigo o amiga suya», siembran dudas sobre la objetividad periodística. Esas supuestas amistades, que suelen ser coyunturales o meras cofradías, no tienen relevancia pública; eso sí es personal y no interesa a nadie.

