La política dominicana, siempre llena de giros sorprendentes, nos presenta ahora el caso de Wanda Rosado, una figura que ha dejado mucho que desear en cuanto a ética y coherencia política. Su decisión de abandonar el PRD y unirse al candidato del PRM, sin pasar por competencias primarias, ha sido un golpe a su propia figura política.
Este no es el primer capítulo controversial en la historia política de Wanda Rosado. En las elecciones del 2020, intentó venderse mediáticamente como candidata por el PRD, a última hora y sin respaldo real. Su participación fue percibida como un globo mediático que se desinfló rápidamente, ya que era evidente que su candidatura no tenía bases sólidas ni el respaldo de su propio partido.
Ahora, en las elecciones actuales, Wanda Rosado ha dado un paso aún más sorprendente al abandonar el PRD y sumarse al PRM. Esta acción oportunista deja mucho que desear en términos de coherencia y ética política. El salto de un partido a otro, sin competir en primarias y en el último momento, solo puede interpretarse como un acuerdo a puertas cerradas que no favorece la transparencia ni la confianza en la política local.
Este último acto de Wanda Rosado parece ser un intento desesperado por asegurar algún puesto en la administración local o incluso en el gobierno central, en caso de que el candidato del PRM, Luis, logre la reelección. Sin embargo, este movimiento ha dejado su prestigio político seriamente comprometido.
En política, incluso al renunciar, es esencial hacerlo con ética y en el momento adecuado. Wanda Rosado ha perdido una oportunidad de retirarse con dignidad y ha manchado su figura política de manera irremediable. Su salto oportunista ha decepcionado a muchos, recordándonos la importancia de la coherencia y la ética en el ámbito político.