Escuela de dictadores

A Pleno SolRafael Leonida Trujillo Molina
Por Manuel Hernández Villeta
 
Los dictadores surgen de coyunturas específicas que se dan  en un país convulso. Un dictador no se hace por el capricho o por el ego. Nadie tiene condiciones de predestinado para ser un sátrapa. Son sus circunstancias y las de su país, la que le impulsan a ser hombre de sangre y luto.
Los dictadores pueden ser salvajes  de horca y cuchillo, o un déspota ilustrado. La historia solo recoge la mueca de los grandes dictadores, pero no al solapado ilustrado que está detrás de él. No se debe temer al surgimiento de un dictador, de un hombre de puño de hierro, el problema es que  siga la acción de destrucción de la democracia, y que la exclusión sea la consigna central de los poderosos.
La coyuntura favorable, es punto central para el surgimiento de una dictadura, pero también contar con el apoyo de las armas, y lo que es más importante, de un segmento importante de la población. La llamada mayoría silente ha dado su respaldo unilateral e incondicional a todos los dictadores que ha tenido la República Dominicana.
Esa mayoría auto-censurada ha vendido su libertad y su pensamiento, a cambio de orden, comida y rechazo a los cambios. La  dictadura no da nada, lo quita todo. Es el orden de los que van camino de los cementerios, es tener las riquezas nacionales en sus manos o en las extranjeras y, eso sí, detiene los cambios normales en una sociedad en transición.
Trujillo, el dictador de 31 años, es irrepetible. Las consecuencias sociales imperantes al momento de surgir Trujillo como el hombre fuerte del país, no se dan ahora mismo. Podría surgir en nuestra próxima marcha histórica un nuevo hombre de fuerza, pero con las características propias del siglo 21.
En una sociedad que avanza  por salir del sub/desarrollo, con pleno intercambio mundial por medio de las redes, es difícil reeditar a un dictador de a caballo, de una olvidada era rural, de grandes familias que se consideraban sangre  azul, y de soldadescas de manigua que solo pensaba en su gloria personal.
Medito sobre  la explosión comunitaria que podría ocurrir si se mantiene la exclusión social, la falta de empleo, la distribución privilegiada de las riquezas, de miles que pasan hambre, de una educación  fuera del alcance de los pobres, de los hospitales sin asistencia para los hijos de Machepa, si la educación sigue siendo privilegiada.
El dictador es un efecto colateral de una sociedad sin razón, que por sus torpezas se dirige al despeñadero. Se puede evitar al dictador, si se eliminan las causas que permiten que un encantador de incautos venda tranquilidad para acabar el desorden; pan para que coma el desprotegido; techo, para los sin casa; orden contra el crimen y la violencia.
En el país por siempre se impondrá el principio de la ley  y el mantenimiento de la democracia; hay que evitar que se terminen los sueños ante la falta de realidad, para que no caiga sobre nosotros la pesadilla de un bárbaro tinto en sangre auto-vendido como la solución. ¡Ay!, se me acabó la tinta.

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